lunes, 20 de septiembre de 2010

Inmigrantes apedrean a la policía



Este fin de semana ha tenido lugar una batalla campal en la explanada que hay junto al lago de la Casa de Campo madrileña.
Entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, varias decenas de sudamericanos instalarón sus reales, encendiendo barbacoas y cocinando para vender los guisos. Los agentes se acercarón para advertirles de que lo que estaban haciendo es ilegan y que, cumpliendo la normativa, debían requisarles los alimentos.
La respuesta no se hizo esperar, unos cuarenta o cincuenta individuos empezarón a increpar a los agentes, a los que acabarón apedreando como simios furiosos. El balance fue de cuatro policías heridos y cuatro monos detenidos.

Cuando la inmigración es sencillamente salvaje, esto es lo que cabe esperar. Salvaje por dos motivos, por el número incontrolado, que sólo ves extranjeros, mires donde mires, y porque ellos son salvajes.
Van en manadas, ya sean sudamericanos como musulmanes, por ello se crecen y se sienten los amos. Se niegan a respetar leyes, normativas y costumbres sociales. No se cortan en agredir incluso a la autoridad. Nos avasallan y patean impunentemente.

¿Hasta cuando?

4 comentarios:

  1. Es lo que tiene la inmigración masiva que es en realidad una invasión. Usan las leyes de aquí cuando les conviene y las suyas de manada de origen cuanto les viene bien.

    Veo que ha habido remodelación en el periódico. No está mal.

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  2. La emigración es un problema grave que va mas allá que una tonta pelea con municipales, pero como los mas perjudicados son los pobres y los mismos emigrantes,el poder hace la vista gorda mientras se las da de humanitario y progremierda.

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  3. ... pero como los mas perjudicados son los pobres y los mismos emigrantes...

    ¿Cómo van a ser los más perjudicados los inmigrantes? Hacen lo que les da la gana, sí o sí. Cuentan con todas las ayudas sociales habidas y por haber, ayudas que nos niegan a los españoles que somos los que cotizamos y ahora, a vacas flacas, son para ellos porque para todos no hay.
    Los pobres somos los españoles, pero como conocemos las normativas, no se nos ocurre ponernos en medio de la plaza a vender churros fritos sobre un hornillo de butano, ni mucho menos apedrear y zarandear a la policía.

    Cuando yo era responsable de cierto colegio cuando el personal docente marchaba, acabé harta de que los domingos, el patio fuese asaltado por hordas de sudamericanos haciendo barbacoa y botellón.
    Alucinaba pensando cómo habían podido saltar el muro de tres o cuatro metros las gordas panchitas. Me recorrí el recinto varias veces, buscando el fallo y no lo había. Es cierto que yo misma lo salté un par de veces, persiguiendo a cierto alumno conflictivo con tendencia a fugarse -siiiiiiiii, musulmán...-, pero hombre, no me cabía en la cabeza que las dos o tres abuelas gordas -eran de todas las edades- pudiesen hacerlo.
    Y sin embargo lo hacen. Son simios.

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